Palabras que sobrevuelan las prácticas artísticas educativas

Por Marina Gubbay*

A modo de compartir aquello que voy descubriendo a lo largo del camino, desde ángulos conocidos hasta otros nuevos, no conocidos de antemano. Es claro, que enseño aquello que deseo aprender, seguir reflexionando para mí.

Cierta tendencia de hablar desde un lenguaje poético, la incentivación se suaviza y permite a su vez, una exploración de acuerdo a los propios deseos e intereses. Entonces, tal vez, un modo de pensar, conocer y aprender es aquel que se inicia en la sensibilidad, se detiene un instante en la memoria y de allí enhebra y teje su pensamiento, ese pensamiento que nunca nos deja cómodos porque está hecho de pasión, de conmoción y de perplejidad. Y justamente no nos deja cómodos para que se persevere en la lucha por aquello anhelado que no acaba de llegar.

Pienso en lo diverso que asume la forma del desviarse, del apartarse del camino y me reconozco atravesando esos senderos. Hoy y ayer, y quizás mañana también. A su vez, mi vida tuvo su punto de inflexión al encontrarme, en un momento dado, con la misma pasión de siempre en la danza, pero en un cuerpo nuevo que imponía un punto de partida distinto. Un antes, un durante y un después y ese después que se transforma nuevamente en un antes de otra nueva experiencia y así voy andando mi camino, camino de experiencias. A modo de sostén, de encuadre dinámico a mis ámbitos laborales, tanto privados como públicos, “Pedagogías de las diferencias” – una diplomatura superior cursada en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)– ha sido el parasol para sentir y pensar, para continuar mi propia travesía y dejarme atravesar por ella y así ser partícipe del devenir de una experiencia en otra. El filósofo y pedagogo estadounidense John Dewey (1859-1952) afirma que el principio de continuidad de la experiencia significa que toda experiencia recoge algo de la que ha pasado antes y modifica en algún modo la cualidad de la que viene después. En palabras del poeta inglés Lord Tennyson (1809-1892) en el poema Ulysses… toda experiencia es un arco a través del cual brilla aquel mundo no hollado, cuya orilla se desvanece más y más cuando me muevo. Crear un espacio de encuentro de la mano del arte, el arte del movimiento y el arte de la palabra. Y así articular el movimiento y la comunicación, la práctica con los principios que la sustentan en la escena del arte y también en la educación.

El mundo de la danza me daba un lugar y con el correr de los años fui habitándolo y encontrando mi propio lugar. Dos grandes maestrxs me guiaron en la travesía, Patricia Stokoe (Expresión Corporal, 1950) y Alito Alessi (DanceAbility, 1987). Ambxs se dieron la posibilidad de imaginar y promover una danza en sintonía con la demanda social. En sus propuestas se estructura una secuencia de continuidad artística y pedagógica, guardando cada una las diferencias específicas de acuerdo a los lugares y a las épocas en las que estas se fueron desarrollando. Claro está que la secuencia no es lineal, presentando los vaivenes y las contradicciones propias de los procesos que involucran dimensiones sociales de lo político y lo artístico. Ambxs maestrxs promueven una mirada amorosa de la persona albergando la igualdad en ese algo que es común a todos los seres humanos y donde nos reconocemos en la/ el otrx, en la relación con la/el otrx.

En ambas disciplinas se trabaja el cuerpo como instrumento, el movimiento como lenguaje y la improvisación como técnica. Se enseñan actividades o ejercicios de movimiento que van desde la conexión con las propias sensaciones al otrx, lxs otrxs y al entorno. El compromiso radica en desafiar a todxs a expandir sus capacidades creativas y de comunicación sin aislar a nadie. Lo aprendido es para beneficio de la comunidad en una atmósfera de cuidado y amor.

Ambxs bailarines han dejado sus propias huellas en mí, haciendo de sus pensares y de sus haceres mi propia letra, mi trazo propio. Trazo en lo educativo y también en lo artístico, que supone en mí la pérdida de automatismos de saber y es siempre hacia fuera, hacia la alteridad, hacia lo completamente otrx y, por lo tanto, hacia lo desconocido, hacia lo que se ignora, donde lo sabido sabe que ya no sabe. Y así me dejo ser, me dejo estar, más allá del vértigo y el desafío que me genera cotidianamente. Siempre estuvo y sigue estando presente en mí, cada vez con más ímpetu y vigor, acercar el lenguaje del cuerpo, del movimiento a todxs aquellxs que deseen, no únicamente a aquellxs que desarrollan lenguajes específicamente artísticos. Creo que las actividades que la danza propone, su propio carozo sin vestirlo de una u otra forma, de uno u otro estilo, es un buen canal para que cada unx de nosotrxs se encuentre más unido en su sentir, en su pensar y en su hacer.

Y no puedo dejar de preguntarme, ¿cómo diferenciar nuestra propia posibilidad o no de realizar lo que queremos con la imposibilidad que el afuera nos devuelve en determinados momentos? ¿Cómo juega la mirada de lxs otrxs en nuestras propias decisiones y acciones? Y lo esencial, ¿cómo juega nuestra propia mirada hacia nosotrxs mismxs? Cierta confusión aquí se me presenta en ese juego de tensiones entre el afuera y el adentro, lo ajeno y lo propio. Las experiencias de vida me van llevando a darme cuenta que cuanto más me desapego de expectativas y deseos del ego, más atenta y receptiva me vuelvo de todo aquello que la vida me va proponiendo.

Busco en la danza, en el lenguaje del movimiento despertar en la/el otrx un proceso capaz de ayudarlx a entrar en contacto con su verdadera singularidad en un clima que favorezca la creación enlazando el sentir propio con lxs otrxs y el entorno. Creo que la danza, así como también los demás lenguajes artísticos, son patrimonio de todas las personas, en constante transformación con un final siempre abierto. Ese espacio abierto da cabida a que cada vínculo, cada persona transforme nuestro camino, encontrando así la propia voz, la de uno mismo, a través de todas las otras voces. Parecería ser que se trata de ligar lo que se sabe con lo que se ignora para producir, para encontrar algo nuevo. En el lenguaje de la danza se podría llamar improvisación.

A su vez, siendo la danza un derecho de todas las personas, abierta a todx aquel que desee explorar el registro sensible de su cuerpo y de generar redes de comunicación a través de su propia creatividad, me va generando un sinfín de preguntas, que abarcan distintos aspectos en relación con el lenguaje del movimiento y a cualquier actividad de la vida cotidiana. ¿Cómo resolver esa tensión en las relaciones entre igualdad y diferencia? ¿Cómo tensionar de modo creativo la igualdad y la diversidad? ¿Somos todxs nosotrxs sujetos diferentes? ¿Qué es ser un sujeto diferente? ¿Existe una categoría preestablecida para lxs diferentes? ¿Hablar sobre un cuerpo diferente requiere de un cuerpo con determinadas características y no otras?

En relación con la búsqueda de mi propia voz en la enseñanza, ¿estoy siendo fiel a mis propixs maestrxs? ¿Cómo hablar intentando ser fiel a mi propia manera de decir? ¿Cómo conjugar lo aprendido con mi propio decir? ¿Cómo poder sostener la figura de maestrx como una figura inacabada, que creo que somos cada unx de nosotrxs? Y, ¿cómo ve cada unx de nosotrxs a aquellxs que han sido o son nuestrxs maestrxs? ¿Existen maestrxs de verdad?

Y siendo una profesora que promueve la danza desde esa manera única y singular de cada unx y, a su vez, a pensar sobre lo realizado en la clase, ¿qué hacemos como docentes cuando las promesas que intentamos sostener se desvanecen? ¿Cómo educar sin promesas? ¿Cómo circular la multiplicidad y la singularidad en el diálogo, en la palabra del otrx? ¿Cómo pensar la singularidad por fuera del ideal, por fuera del pensamiento binario que nos lleva a oponer y disociar generalidad y singularidad y tantos otros como igualdad y desigualdad, homogeneidad y heterogeneidad, lxs unxs y lxs otrxs? ¿Qué posibilidades hay de tener una experiencia, de hacer experiencia en el ámbito educativo y artístico? ¿Cuáles son las condiciones que posibilitan que haya un aprendizaje? ¿Somos capaces de asumir una posición ética donde la/el otrx y el camino que puedo recorrer con ella/él, no esté prefijado de antemano? ¿Nos permitimos encontrarnos con lo especial de cada unx de nosotrxs?

El arte, en general, la danza, en particular, ha sido y sigue siendo un lugar donde poder reflexionar sobre estas preguntas.

 

*El martes 23 de agosto Marina Gubbay, investigadora del movimiento argentina, dejó de estar en este plano y quisimos compartir un poco de sus reflexiones y de su trabajo que tanta enseñanza dejaron en nosotres. Este texto fue extraído de la Revista Noveduc.com Nº346

 

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