Frida crea a Frida

Frida Kahlo, sentada en un anexo a La Casa Azul, en enero de 1948

Por Roma Vaquero Diaz.

Frida Kahlo, hija de la revolución, sabía del tiempo. En su infancia comprendió que el tiempo de su cuerpo era breve y no transcurría igual al de otras niñas.  Desde los seis años, en que la poliomielitis cambió sus formas, tuvo conciencia de que la vida era efímera y había que explorarla. Sumado a esto, el accidente que sufrió en 1925 frente al mercado de San Lucas, hizo estallar su ilusión de unidad corporal. La imagen y el esquema corporal de Frida vivirán desde entonces en un tornado de modificaciones: operaciones, intervenciones, dolores, yeso y amputación.  

Esta experiencia de lo real -la enfermedad y el choque repentino-, darán como respuesta la creación de lo otro posible, del arte. De una vida empoderada a través del hacer.

Poseedora de un cuerpo fragmentado y de un destino roto, descubre la posibilidad de autoconcebirse. A través del cuadro se recrea, se hace cuerpo. Se hace unidad donde la unidad ya no existe. Frida se mira al espejo, pinta a Frida y el cuadro la sostiene. La mirada le da existencia y la afirma. En la intensidad de la herida encuentra la intensidad de vida. Así se relaciona con el arte como experiencia interna que cambia su vida entera y la pintura como registro de su fantasmática corporal y personal.

Autorretrato con collar de espinas y colibrí (1940)

Si el cuerpo se vive de forma intensamente personal, producto y partícipe de fuerzas sociales que lo hacen visible. Para encontrarse en ese cuerpo que se despedaza y tiende a desaparecer, para darse existencia, Frida necesita retratarse. Hacerse visible ante los otros. Pero principalmente ante sí misma. Crearse corporalmente a través del arte. Presentar a través de la imagen ese espacio violentado para salir de sí misma y proyectarse en otros espacios, en otros cuerpos. Esa experiencia ya no se encierra en su refugio dérmico sino que se multiplica en todos aquelles que la observan y empatizan con ella.  Asímismo, mediante el proceso performático ella se ritualiza y se transforma.

La acción de pintar es la manera de ganarle a la muerte y parirse. Esa otra Frida que la mira desde el espejo, que la acompaña y es testigo, también la vuelve otra o la acerca más hacia un sí misma elegido. Su trazo no es un secreto a develar sino que la crea. Crear es construir algo que no existe y al trabajar con su propia forma se da existencia. Se inventa y se cuenta una vida.

Frida no pinta otro mundo más que el que la vive. Muestra las anomalías de su cuerpo, los cortes de su historia y esas heridas acentúan su erotismo. Erotismo que emerge de la presencia de un cuerpo despedazado que lucha con la fatalidad de la muerte y la enfermedad, y aún se sostiene aceptando el dolor que se torna gozoso porque se cuenta con voz propia.   

“La columna rota” (1944)

Ella es hacedora y protagonista de sus cuadros. No es objeto ni modelo. En sus cuadros el cuerpo femenino no se encuentra representado en una dinámica falocéntrica de fetichismo. No se representa como un objeto para la mirada masculina, sino que se registra como sujeto de su vivencia invirtiendo la mirada en su propia mirada. Y ese cuerpo se presenta en relación al espacio que habita, a su México y a las ideas. Dándose vida en un universo de imaginarios elegidos en cruce con su experiencia propia.

El arte es constitutivo de la ideología. Al presentar sus experiencias personales a través de la pintura, las politiza. El cuerpo presentado por Frida es político y social porque lo íntimo se abre al mundo. Lo íntimo busca la libertad hacia otras libertades. En la mirada de Frida aparece la mirada de todas aquellas que son sujeto de su vivencia.

La presencia del cuerpo es la medida de su obra porque también lo es de su vida. La insistencia es hacer trazo, marca, pintura. Registrar la conquista de la libertad para participar de la vida, disponer de su cuerpo y hacerlo arte.

Sostenida en la acción de las ideas, el dolor de Frida se transmuta en pasión, en lucha y se hace texto mediante su obra y su hacer con les otres. Su cuerpo de mujer, sujeto de acción y de vivencia, está atravesado no sólo por el caos de la herida, sino también por el compromiso con la causa revolucionaria y el pueblo mexicano. Si pintarse es lo que la sostiene, sus ideas están escritas en la carne y la revolución se hace cuerpo en su cuerpo.

“Hospital Henry Ford” (1932)
Frida Kahlo, Casa Azul, Coyoacan, 1933
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