
Por Anna Zaera.
Traducción Mundo Performance.
Fina Miralles (Sabadell, 1950) asegura que nunca ha creado con ansia, pero a sus 70 años ha hecho de todo. Tuvo un papel importante en el arte conceptual catalán durante la década de 1970, y se vinculó a las corrientes del arte conceptual con acciones en la naturaleza, representativas de las propuestas de land art de Cataluña, desde donde hizo una crítica al totalitarismo, el patriarcado y la violencia a través del diálogo entre lo natural y lo artificial. Destacan trabajos como ‘Duna’ (1973) y ‘Mujer-Árbol’ (1973), o exposiciones como ‘Translacions’ (1977) y ‘Terra ‘(1981). También participó en las bienales de París y Venecia (1978). Ha dirigido la Sala Vinçon de Barcelona y la Sala Tres de Sabadell. Sus numerosos viajes por todo el mundo, y especialmente en Latinoamérica, tienen un papel fundamental en su desarrollo como artista. Su obra se encuentra expuesta en distintos museos, como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) y el Museo de Arte de Sabadell. En 2018 fue galardonada con el Premio Nacional de Artes Visuales, dentro de los Premios Nacionales de Cultura que otorga el Consejo Nacional de la Cultura y de las Artes. La conversación con Fina es cercana, humana, sencilla, llena de lecciones de vida.
Ya nacemos siendo quienes somos. Tú ya naces siendo quién eres. Pero cuando somos tan pequeños, no sabemos quiénes somos. En la madurez ya sí. Y más si vas trabajando en tu naturaleza, tu forma de ser. Si quieres ser una persona íntegra vas trabajando.
Fina Miralles
¿Vives en Cadaqués?
Sí, llevo veintidós años.
¿Ya no vas mucho a Barcelona?
¿Sabes lo que ocurre? Que vivir en Cadaqués significa dejar la ciudad. Voy sólo cuando es imprescindible. Cuando te vas de la ciudad, cambia la relación con la gente y cambia la vida.
Ahora con la pandemia, parece que mucha gente se está replanteando vivir fuera de la ciudad.
La gente que vive en una ciudad es porque trabaja. Hay mucha gente que se marcharía si pudiera trabajar fuera. El trabajo condiciona muchísimo. Entonces si vives más lejos sí debes despedirte de la vida de la ciudad. Tienes que encontrar otra forma de vivir. Empieza al hacer otro tipo de trabajo y tener otra forma de vivir. Yo a Barcelona la dejé en 1983, antes de las Olimpiadas. En ese momento, empecé a dar vueltas por el mundo. Creo que me despedí de las ciudades después de vivir en París. Después de París, vivir en una ciudad es muy complicado porque es una ciudad preciosa. Y como yo no trabajaba en París, sino que vivía allí. De París ya me fui a Normandía cerca del mar y dije: ¿Sabes qué, Fina? Tu siempre cerca del mar. Aquí en Cadaqués tenía una amiga que me dijo: ¡Fina, ven!
El mar es importante en tu vida y en tu obra también.
También mi fragilidad condicionó ese estilo de vida más tranquilo. Pensamos que podríamos estar juntas y sería más fácil. Pasar los últimos años de tu vida cerca del mar, lo cierto es que está muy bien. Y ahora con el confinamiento que no te dejan venir, ¡se está aún mejor! (ríe).

¿Cómo es tu vida ahora?
Mi vida es tranquila y sencilla. Todo lo más sencillo posible. Éste es el lema por el que yo me gobierno. Si veo que algo es demasiado complicado, lo dejo estar.
¿Tu obra también parece un camino constante hacia la sencillez?
Sí, desde que volví de América Latina, lo que busco es lo esencial y lo más sencillo posible. En vez de poner líneas en el papel, necesito borrarlas. Si puedo hacerlo en cuatro líneas, mejor que en cinco. Y después, mi cuestión física: Fina, lo más sencillo posible, me digo. Si complicarse la vida tampoco sirve para nada.
¿Queremos demasiadas cosas?
Yo me he ido acoplando a la vida y dejé que la vida me llevara por donde tenía que ir. Es la aceptación de la vida y de tu propia forma de ser. Con la obra, lo que he hecho es dejarme influenciar por el dictado de las palabras y de las formas. Es importante dejarte guiar por lo que te van diciendo, en vez de yo quiero ser, yo quiero ir, yo quiero tener. Quiero, quiero, quiero, es muy cansador. En el momento en que te hermanas con la forma de vida que te toca, y sobre todo con la naturaleza en mi caso, te liberas mucho.
En la primera sala del MACBA hay una cita tuya que resume la exposición. “Ser artista no es una vocación, ni una devoción, ni una profesión; no lo sabes, pero todo te empuja y te lleva a ser quién eres”. ¿Sería esto?
Sí. Ya nacemos siendo quienes somos. Tú ya naces siendo quién eres. Pero cuando somos tan pequeños, no sabemos quiénes somos. En la madurez ya sí. Y más si vas trabajando en tu naturaleza, tu forma de ser. Si quieres ser una persona íntegra vas trabajando. Y ese ser que eres, lo vas siendo siempre y desde el nacer que eres. Anna, es que imagínate una cosa: ¡Cada espermatozoide de tu padre o del mío, es un individuo diferente! Y sólo hay un espermatozoide que fecunda al óvulo de tu madre. Y de todas las mujeres que hay en el universo, porque aquélla es tu madre. Y ésta eres tú. ¡Esto es un milagro! Para mí, comprender esto ha sido un gran agradecimiento. Y por eso la frase esta: yo no he tenido que escoger nada, sino que todo me ha ido llevando hasta dónde tenía que ir.
¿Desde siempre has respetado tanto la esencia o ha sido una deconstrucción de lo aprendido?
Yo he nacido de una madre que me ha dejado ser quien era. No me ha marcado que yo tenía que ser algo. Y después desde la infancia y la juventud he ido al campo y he vivido en el campo. Mi madre era de Balaguer, tenía fincas y he vivido esto de bañarme en una acequia; de vivir sin luz; de ir al pozo en busca de agua; de vivir con los bichos; tener los perros; las mulas. Mi padre era de Sabadell y tenía una vocación más burguesa que sería todo este mundo del querer, triunfar y tener que ser. El mundo del campo y de la tierra es la nobleza. Porque la tierra te hace ser honorable. La tierra te hace decir la verdad. Ésta es la verdad de la tierra. Piensa que viví 25 años de franquismo, y suerte que tenía ese vínculo más profundo con mi madre, la tierra y la naturaleza. Mi vida y mi obra no han sido tortuosas como los artistas del siglo XX. Los artistas malditos, del sufrimiento y las drogas y el alcoholismo del Poe, y de éste y del otro. Lo mío ha sido un hacer y un hacerme. Yo iba haciendo la obra y la obra me iba haciendo a mí. Día a día, paso a paso.
En tu caso has viajado mucho. Crees que para reconocer tu casa es necesario salir y viajar. Después de estar en América Latina y en París, entre otros lugares. ¿Llega un momento que tienes ganas de volver a Cataluña?
No es que de repente te acuerdes y quieras volver, es que lo llevas dentro, Anna. Lo llevas dentro sin ser consciente de ello. Pero llega un día que sí eres consciente de ello. Porque esa relación íntima que tienes con los árboles; con los pájaros; con la noche; con las estrellas; con caminar por los caminos; al ponerte dentro de los arroyos; esto lo tienes dentro y no lo sabes. Pero un día se te despierta. Es como un telón de teatro a la italiana. Un día se te abre. Estas puertas son puertas interiores que se van abriendo y vas profundizando y te encuentras con momentos de tu vida muy emocionantes, muy emotivos. Además, te encuentras con que tu vida forma parte de ti, no es una forma que pasó y pasado bien, ya no me interesa. Sino que formas parte de todo esto.
Precisamente el título ‘Soy todas las que he sido’, refleja esta idea.
Son las relaciones que has tenido con tus hermanos, con la gente, con la naturaleza, con la cultura, con tu país. Y vas atrás, atrás, atrás. Con este proceso de ir hacia dentro te encuentras en la Fina de catorce, la de tres, el bebé. El bebé también lo tengo conmigo. Todas viven conmigo. Yo soy todas las que he sido. Y si salimos de nuestro propio ego, de esa burbuja, los humanos somos todos los que han sido antes de nosotros. Porque la humanidad es una cadena. Nos quieren hacer creer que somos únicos y extraordinarios, que somos como setas, ¡pero eso es mentira! Sea quien tú seas. Y si puedes ser, conseguir ser, un ser humano, en lugar de una persona con un ego que te aísla, te cierra y te aísla. Ábrete, ábrete. Yo soy como todo el mundo, Anna. Uno hace zapatos y otra mira, se inspira con las cosas que vive. Otro escribe, otro salta y baila, esto es lo bonito. Todos somos distintos. Lo de todos somos igual es el fascismo.

¿Hay que realizar esta conexión entre uno mismo y las estructuras de poder?
Son las mismas estructuras de siempre. Porque el humano no es un santo. Y no siempre es tierno y maravilloso. También es cruel. Estas estructuras tan antiguas son muy difíciles de cambiar. Ahora bien, es trabajo de cada mujer y de cada hombre rechazarlas. Porque las mujeres criticamos mucho al patriarcado, pero en la pieza de los Enmascarados en la exposición del MACBA se ve. Ella misma es quien se pone la mantilla. Esto no va a cambiar hasta que las mujeres no tomen su vida con sus propias manos. Coge tu vida es bien tuya. Que quieres casarte, te casas; que quieres tener hijos, los tienes. Pero no te quites tu vida para servir a otro y decir amén, amén, amén. Puedes hacer lo que quieras con tu vida, se dueña y ama.
Esto es complicado a veces.
Aquí está el miedo. El miedo a ser quien eres. El miedo paraliza mucho y baja en la cabeza. Entonces como la mujer de la mantilla dices: Hágase en mí según su palabra. La esclava del señor como dijo el espíritu santo. Pero a las mujeres todo les va en contra, la Iglesia, el paternalismo, los padres, los maestros. Yo he tenido un padre poco machista y que no le interesaba el poder. Pero bueno, esto sigue igual. Yo creo que depende mucho de las madres, de cómo educan a sus hijas y sus hijos. “No, no José no te levantes, tu hermana ya te quitará el plato”.
Los últimos dos o tres años han sido reveladores de la fuerza colectiva de la mujer. El movimiento feminista también recoge este sentimiento de ser un eslabón, de no ser mujeres que hacemos nuestra lucha de manera aislada.
Sí, yo me relaciono. Mira, ahora, por ejemplo, estamos hablando. Pero lo que hace la gente joven está muy bien porque salen mucho a la calle. Y no sólo el Me too de los americanos, son las chilenas, las mexicanas. Porque las mujeres siguen muriendo a causa de sus maridos, amantes, hermanos, del abuelo. Nos siguen violando y nos siguen matando. No creas que es sólo una clase social baja y la gente alcohólica. No, no, gente burguesa también viola. Esto es una estructura de poder que aquí está. Yo lo que digo es: ¿Por qué no salen los hombres a la calle? Los hombres también tendrán que cambiar.
La relación que tenemos con los animales también está presente en esta retrospectiva. ¿Qué relación tenemos?
Relación de poder. De nuevo. Hemos ido invadiendo sus espacios. Los jabalíes se están quedando sin espacio porque los fuimos invadiendo y después: “¡Cuántos jabalíes que hay, matémoslos!” Nosotros pensamos que somos el animal superior sobre el planeta. Por eso cuando hay vídeos de liberación de animales o de relaciones tiernas de animales con personas la gente se entiende. Una cosa es la relación que tenemos con los animales para comer como las matanzas de cerdos, o de corderos. La muerte de uno sirve para la vida del otro. La naturaleza es así de clara y escueta. Ahora bien, los que se van a cazar y matan conejos, liebres y gorriones y los dejan allí en el congelador, eso acaba en la basura. Y lo mismo ocurre con los peces. Es un dominio que es vergonzoso. Ya comienza entre la relación entre persona y persona. El dueño de la tierra era el dueño de todas las cosas que allí estaban. Todo esto del patriarcado viene del reparto de la tierra. Y las mujeres poco a poco van escogiendo la cabeza y van pensando: Yo tengo el derecho a vivir mi vida. Lo tienes, cariño, claro que lo tienes.
Justamente esta exposición retrospectiva en el MACBA se da en un momento en que la gente está semiconfinada y no puede salir de la ciudad los fines de semana para ir a la naturaleza. Qué coincidencia este contexto.
Sí, es como decirles a los ciudadanos urbanos: eso también existe. Y después el resto, debes aprenderlo como el recorrido de práctica artística que ha hecho una persona a lo largo de su vida. Y ya se ve lo que es cada cosa: las naturalezas artificiales; las imágenes del zoo; del mar mediterráneo. Además, es un espacio amplio, aéreo, que permite respirar.

¿Se siente parte de alguna generación de artistas?
Yo ahora tengo 70 años. Cuando yo termino Bellas Artes somos los herederos de la posguerra española. Manolo Millares, Antoni Tàpies, Antonio Saura. Ellos sí que han tenido que hacer la España negra y todo aquello unido a la muerte y la tristeza de una guerra. ¿Pero nosotros debemos continuar con la muerte? ¿Todavía? ¿Cincuenta años más? Hombre, ¡no jodas! Y yo me negué a joder el blanco y negro, y venga la sangre. Yo dije: “Mira, yo la naturaleza, que es de dónde me siento que vengo”. Piensa que yo intentaba alejarme de lo más posible de la Guardia Civil.
¿En qué estás trabajando ahora?
Mira, yo he trabajado mucho, ¿eh? (ríe) Y he ido haciendo cosas diversas. Porque a veces he querido decir cosas que sólo he podido decirlo con palabras, otras tienes algo dentro que sólo puedes decirlo pintando, otra vez haces una acción, un montaje. Quiero decir que cada cosa sirve para expresar quién eres, lo que piensas y cómo vives. Y yo ya he terminado este proceso. Empecé enseñando una piedra y he acabado con el memorial que es la espiritualidad. Con este proceso de ir hacia adentro y hacia adentro. Yo no soy profesional del arte. Yo no tengo que estar pintando por un plato de macarrones. Entonces puedo decir: “Fineta, ya has hecho lo que tenías que hacer”. Y ahora vivo mi vida, tranquila.
* Esta conversación ha sido publicada también en Vilaweb y en surtdecasa