«No estaba preparada»: Louise Glück sobre poesía, envejecimiento y un sorprendente premio Nobel

Por Alexandra Alter

La poeta neoyorquina Louise Glück, premio Nobel de Literatura en 2020, murió este viernes a los 80 años y en Mundo Performance quisimos recordarla con esta entrevista realizada por Alexandra Alter luego de la premiación hace tres años atrás.

Glück ha sido colocada en un lugar incómodo. El jueves 8 de octubre por la mañana, ganó el Premio Nobel de Literatura. Los periodistas hacían cola en la calle frente a su casa en Cambridge, Massachusetts. Su teléfono no había dejado de sonar desde las 7 a.m., una arremetida de atención que ella describió como «una pesadilla».

A estas alturas, Glück debería estar acostumbrada a la fama. En una trayectoria que ha durado más de cinco décadas ha publicado una docena de volúmenes de poesía y ha recibido prácticamente todos los premios literarios prestigiosos: El Premio Nacional del Libro, el Premio Pulitzer, el Premio del Círculo Nacional de Críticos de Libros y la Medalla Nacional de Humanidades, entre otros.

Es venerada, tanto por los críticos literarios como por sus colegas, por sus versos sobrios, directos y confesionales.

«Su obra es como una conversación interna. Tal vez está hablando consigo misma, tal vez está hablando con nosotros. Hay una especie de ironía en ello», dijo su viejo amigo y editor, Jonathan Galassi, presidente de la editorial Farrar, Straus & Giroux (FSG). «Una cosa que es muy constante en sus escritos es esa voz interior. Siempre está evaluando la experiencia contra algún ideal que nunca se ajusta.»

Los últimos meses han sido difíciles para Glück, que está divorciada y vive sola, y estaba acostumbrada, antes de la pandemia, a cenar con amigos seis noches a la semana. Durante varios meses, en la primavera, luchó por escribir. Luego, a finales de este verano, comenzó a escribir poemas de nuevo, y terminó una nueva colección, titulada «Recetas de Invierno del Colectivo», que la FSG planea lanzar el próximo año.

«La esperanza es que si lo superas, habrá arte al final«, dijo.

Glück habló con The New York Times unas horas después de que se conociera la noticia de su Premio Nobel. A continuación, extractos editados de la conversación.

***

¿Cómo se enteró de la noticia?

Esta mañana recibí una llamada como a las siete menos cuarto. Estaba despierta. Un hombre que se presentó como secretario de la Academia Sueca, dijo: «Llamo para decirle que ha ganado el Premio Nobel». No puedo recordar lo que dije, pero sí que sonaba sospechosa.

Pienso que no estaba preparada.

¿Cómo se sintió una vez que absorbió el hecho de que era real?

Completamente asombrada de que eligieran a una poeta lírica norteamericana blanca. No tiene sentido. Ahora mi calle está cubierta de periodistas. La gente sigue diciéndome lo humilde que soy. No soy humilde. Pero pensé, vengo de un país que hoy no es visto con cariño, y soy blanca, y hemos ganado todos los premios. Así que parecía extremadamente improbable que tuviera que lidiar con este evento en particular en mi vida.

¿Cómo ha sido su vida durante estos meses intensos y aislados durante la pandemia? ¿Has sido capaz de escribir?

Escribo muy erráticamente de todos modos, así que no es una disciplina constante. Había estado trabajando en un libro durante unos cuatro años, lo que me atormentaba. Luego, a finales de julio y agosto, inesperadamente escribí algunos nuevos poemas, y de repente vi cómo podía dar forma a este manuscrito y terminarlo. Fue un milagro. Los habituales sentimientos de euforia y alivio se vieron comprometidos por la existencia del COVID, ya que tenía que luchar con mi terror diario y las inevitables limitaciones en mi vida cotidiana.

¿De qué se trata la nueva colección?

Del desintegrarse. Hay mucho luto en el libro. Aunque también hay mucha comedia en el libro, y los poemas son muy surrealistas.

He escrito sobre la muerte desde el día uno. Literalmente cuando tenía 10 años ya escribía sobre la muerte; eso sí, aclaro que yo era una chica muy animada. Envejecer es más complicado. No es simplemente el hecho de que te acercas más a la muerte, es que las facultades con las que contabas – la gracia física, la fuerza y la agilidad mental – están siendo afectadas o amenazadas. Ha sido muy interesante pensar y escribir sobre ello.

Gran parte de su trabajo se basa en la mitología clásica y entreteje arquetipos míticos con versos contemporáneos más íntimos sobre los lazos y relaciones familiares. ¿Qué le atrae de esas figuras míticas, y cómo esas historias realzan lo que intenta explorar y comunicar a través de su poesía?

Todos los que escriben sacan sustento y combustible de los primeros recuerdos, y de las cosas que te cambiaron, te tocaron o te emocionaron en tu infancia. Mis padres, que eran unos visionarios, me leían los mitos griegos, y cuando pude hacerlo por mi cuenta, seguí leyéndolos. Las figuras de los dioses y los héroes eran más vívidas para mí que los otros niños de la cuadra, en Long Island. No era como si me estuviera inspirando sobre algo adquirido tarde en la vida para dar a mi trabajo algún tipo de barniz de erudición. Eran mis cuentos para dormir. Y ciertas historias se identificaban particularmente conmigo, especialmente Perséfone; he estado escribiendo sobre ella de vez en cuando durante 50 años.  Creo que estaba muy absorbida en una pugna con mi madre, como las chicas ambiciosas lo están a menudo. Pienso que ese mito en particular le dio un nuevo aspecto a esos conflictos. No quiero decir que fuera útil en mi vida diaria. Cuando escribía, en lugar de quejarme de mi madre, podía quejarme de Deméter.

Algunos han comparado su trabajo con Sylvia Plath y han descrito sus versos como confesionales e íntimos. ¿Hasta qué punto ha basado su obra en su experiencia personal y hasta qué punto está explorando temas humanos universales?

Uno siempre se basa en su propia experiencia porque es el material de su vida, empezando por la infancia. Pero yo busco la experiencia arquetípica, y asumo que mis luchas y alegrías no son únicas. Se sienten únicas a medida que las experimentas, pero no me interesa hacer que el foco de atención caiga sobre mí y mi vida particular, sino sobre las luchas y alegrías de los humanos, que nacen y luego se ven obligados a irse de este mundo. Creo que escribo sobre la mortalidad porque fue un terrible shock para mí descubrir en la infancia que uno no vive para siempre.

Ha experimentado con diferentes formas poéticas en el curso de su obra, aunque su voz ha permanecido inconfundible. ¿Ha sido un esfuerzo deliberado y consciente de obligarse a sí misma, intentando formas diversas?

Sí, todo el tiempo. Uno escribe para ser un aventurero. Quiero que me lleven a un lugar del que no sé nada. Quiero ser un extraño en un territorio. Una de las pocas cosas buenas que se pueden decir de la vejez es que se tiene una nueva experiencia. La merma que se siente no es la alegría más esperada por todos, pero esta situación trae consigo novedades. Y eso, para un poeta o escritor, es invaluable. Creo que siempre hay que sorprenderse y ser, en cierto modo, un principiante de nuevo, de lo contrario me aburriría hasta las lágrimas. Y ha habido momentos en los que he pensado,  «tú ya escribiste ese poema. Es un poema muy bonito, pero ya lo has escrito».

¿De qué manera siente que el envejecimiento le ha llevado a explorar un nuevo territorio como poeta?

Notas que has perdido un sustantivo aquí y allá, que tus frases desarrollan estas vastas lagunas en el medio, y tienes que reestructurar la frase o abandonarla. Pero el punto es que lo ves, y nunca antes había sucedido. Y aunque es sombrío y desagradable y es un mal presagio, sigue siendo, desde el punto de vista del artista, excitante y nuevo.

Su estilo ha sido descrito a menudo como sobrio y corto. ¿Es la voz que le llega naturalmente cuando escribe, o es algo que ha desarrollado y pulido?

Corto a veces, sí. A veces escribo en forma de conversación. No trabajas con una voz. La frase encuentra una manera de hablar por sí misma. Esto suena tan Délfico. Es algo difícil de discutir, una voz. Creo que me fascina la sintaxis y siempre sentí su poder, y los poemas que más me han conmovido no fueron los más opulentos verbalmente. Eran poetas como Blake y Milton, cuya sintaxis era asombrosa, por la forma en que el énfasis se desplegaba.

Enseña en Yale y ha mencionado cómo la enseñanza le ha ayudado a superar las dificultades al escribir. ¿Cómo le ha moldeado la enseñanza como escritora?

Constantemente te bañas en lo inesperado y lo nuevo. Uno tiene que reorganizar sus ideas para poder extraer de los estudiantes lo que les excita. Mis estudiantes me sorprenden, me deslumbran. Aunque no siempre he podido escribir, siempre he podido leer lo que escriben los demás.

Muchas gracias por su tiempo. ¿Hay algo más que quiera añadir?

Si consideras el hecho de que empecé esta entrevista sin ganas de decir algo, y luego hablé hasta la saciedad, no, no se me ocurre nada más. La mayor parte de lo que tengo que decir con verdadera urgencia sale en los poemas, y el resto es sólo entretenimiento.

***

El umbral

Yo quería quedarme como estaba,
quieta, a diferencia del mundo,
no en medio del verano sino en la fase previa
al brote de la primera flor, el momento
en que nada es pasado aún –


no en medio del verano, intoxicante,
sino a fines de la primavera, cuando el césped no es alto todavía
al borde del jardín, cuando los tulipanes precoces
empiezan a brotar –


como un niño que ronda un umbral, observando a los demás,
los que entran primero,
tensa fusión de brazos, atento a los
fracasos ajenos, las vacilaciones ajenas


con la brutal confianza infantil de un inminente poder
preparándose para vencer
esas flaquezas, para sucumbir
a la nada, el tiempo directamente


previo a la floración, la época de la maestría


antes de la aparición del don,
antes de la posesión.

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