
Por Anni Albers*
Traducción Mundo Performance
Hace poco tuve la visita de un bebé de diez semanas que me miró con los ojos muy abiertos y yo pensé algo desconcertada. Él luchaba como si intentara decirme algo y no supiera cómo.
Y pensé cuántas veces me sentía así, sin saber cómo sacar lo que quería decir.
La mayor parte de nuestra vida la vivimos encerradas en nosotras mismas, con el anhelo de no estar solas, de incluir a otros en esa vida que es invisible e intangible.
Para hacerlo visible y tangible, necesitamos luz y material, cualquier material. Y cualquier material puede asumir la carga de lo que ha fermentado en nuestra conciencia o subconsciencia, en nuestros despertares o en nuestros sueños.
Ahora bien, el material, cualquier material obedece sus propias leyes, leyes reconociblemente otorgadas por las fuerzas reinantes de la naturaleza o impuestas por nosotros sobre esos materiales creados por nuestro cerebro, como el sonido, las palabras, los colores, las ilusiones del espacio – leyes de antaño o recién inventadas. Podemos seguirlos u oponernos a ellos, pero son pautas, positivas o negativas.
El cerebro humano es una computadora. El caos total no es humano. En el cosmos intentamos desentrañar el enigma de este orden. La televisión, mi gran maestra, me dice que los astrónomos encuentran cada vez más simplificaciones de orden, unificando cada vez más todo.
¿Cómo elegimos nuestro material específico, nuestros medios de comunicación? «Accidentalmente.» Algo nos habla, un sonido, un toque, dureza o suavidad, nos atrapa y nos pide que le demos forma. Estamos encontrando nuestro lenguaje y, a medida que avanzamos, aprendemos a obedecer sus reglas y sus límites. Tenemos que obedecer y adaptarnos a esas demandas. Las ideas fluyen de él hacia nosotras y, aunque nos sentimos creadoras, estamos involucradas en un diálogo con nuestro medio. Cuanto más sutilmente estemos sintonizadas con nuestro medio, más inventivas serán nuestras acciones. No escucharlo termina en fracaso. (Hace años, una vez le pregunté a John Cage cómo había comenzado a encontrar su camino. No lo recordará. «Por casualidad» me contestó). Lxs estudiantes se preocupan por elegir su camino. Siempre les digo, «ustedes pueden ir a cualquier lugar desde cualquier lugar».
En mi caso fueron los hilos los que me atraparon, realmente en contra de mi voluntad. Trabajar con hilos parecía demasiado femenino para mí. Quería conquistar algo. Pero las circunstancias me sujetaron a los hilos y me convencieron. Aprendí a escucharlos y a hablar su lenguaje. Aprendí el proceso de manejarlos.
Y con la escucha llegó poco a poco un anhelo de libertad más allá de su alcance y eso me llevó a otro medio, los gráficos. Los hilos ya no eran como antes tridimensionales; sino que se parecían a algo dibujado o impreso en papel.
Lo que aprendí en el manejo de hilos, ahora lo uso en el proceso de impresión. De nuevo fui guiada. Mis impresiones no son transferencias de cuadros a colores sobre papel como se hace habitualmente. Yo trabajé con el proceso de producción en sí mismo, mezclando varios medios, girando las pantallas….
Lo que intento transmitir es que el material es un medio de comunicación.
Que escucharlo, no dominarlo, nos hace verdaderamente activxs, es decir: para ser activxs, ser pasivxs.
Cuanto mejor nos sintonizamos con él, más nos acercamos al arte.
El arte es el objetivo final. En una entrevista reciente, Maximilian Schell, el actor, dijo que «el arte existe para hacer realidad los sueños».


* Declaración de artista mecanografiada por Albers como integrante del panel «La conexión entre arte y artesanía: raíces o casas de cristal» realizado en la reunión anual de la Asociación de Arte Universitario, el 25 de febrero de 1982. El panel fue moderado por Rose Slivka, editora de Craft International y los panelistas fueron Anni Albers, John Cage, Lee Hall, Robert Malloy, Phillip Pavia, Jacqueline Rice y Peter Voulkos.